sábado, 26 de diciembre de 2009

LA NOCHEBUENA








Hay cosas que una comprende con los años. La Nochebuena, por ejemplo. Nunca entendí porqué la casa de mi abuela se llenaba de invitados teniendo en cuenta que ya solo nosotros éramos ocho hermanos, más el abuelo y mis padres. Ni por qué esa noche la abuela invitaba a cenar a un tal Horacio, a su mujer y a sus tres hijos, tan solo porque era argentino y se iba a sentir muy solo. ¿Por qué el argentino se va a sentir solo si son cinco? preguntaba a la abuela mientras se afanaba en preparar la fuente de los turrones para no tener que contestarme. También venían mis cuatro tíos solteros, y otros que no estaban solteros pero que al no tener hijos era como si lo estuvieran, nena, que no sabes lo triste que es la soledad. Y no lo digo por que no me gustara todo ese lío de gente, de pavo, de regalos, y de zambombas. Tenía su encanto. Además Horacito, el hijo pequeño del argentino solitario, tenía una edad similar a la mía, y siempre traía unos cohetes que al explotar dejaban la mesa perdida de confetis y serpentinas.
A la abuela le gustaba vernos arreglados como para una boda, escucharnos cantar villancicos, y engalanar la mesa. Ahí radicaba el primer problema, si faltaban tazas de consomé a juego con la vajilla, a los pequeños no nos debía gustar el consomé; si vasos de la cristalería, la nena es que no bebe en las comidas, es una costumbre de siempre, de toda la vida. Y yo aguantaba con la garganta seca hasta el turrón de jijona, que es de almendra y superseco. Si no había cubiertos de postre para todos, a Ramón no le gustaba el dulce. Por eso, antes de sentarnos a la mesa, los pequeños siempre teníamos la previsión de preguntar a la abuela qué era exactamente lo que nos gustaba y lo que no.
Todo resultaba la mar de conjuntado. Un año la abuela puso tres pajaritas de purpurina inmensas en el centro de la mesa. Explicó que eran los tres Reyes Magos. Ese año creo que no nos gustó el pan a ninguno porque no cabía la panera. Jamás hubo un solo fallo. Yo le cogía el consomé a Horacito aprovechando el momento en que encendía la mecha de su cohete de serpentinas, y Ramón se comía el postre antes de sentarse a cenar para compensar la impuesta desgana de última hora. En más de una ocasión mi padre o mi madre tuvieron que decir que no les gustaba el postre, extrañadísimos de no haber contado bien los cubiertos o la vajilla. Porque jamás era un problema de falta de alimentos, sino de conjunto, de elegancia, de armonía.
Y es que la Navidad es un tiempo de imagen, de ser feliz, de que todo cuadre y esté en su sitio. Es muy doloroso sentarse a la mesa y acabar a bofetadas con tu cuñado, o con tu suegra. Es muy duro darse cuenta de que no por ser Navidad todo el mundo se quiere, ni está de buen humor, ni es un sano peremne. En Noche Buena también muere gente, y se pone enferma, y se descubren infidelidades y traiciones, y se sufre, y se llora como cualquier otro día del año. Pero justo esa noche hay una lupa que te dice al oído lo que de verdad es tu vida, y da como cosa mirar. Por eso es una buena idea invitar a cualquier Horacio, y avisar a tus nietos de que esa noche odian el consomé, y llenar la mesa de pajaritas de purpurina, porque si no lo haces así, si descubres que te sientes como cualquier día del año, que le tienes manía a la misma gente, que no soportas el regalo del cutre de tu sobrino, ni los aires de suficiencia de la prima Clara. Si tu hija te avisa de que se marcha de casa o tu hermano te suelta una inconveniencia, te entra una pena tremenda, y te sientes raro, un poco fuera de lugar, como aguafiestas.
Por eso, porque hay mil cosas que no puedes cambiar solo por felicitar al vecino y darle aguinaldo al basurero, es por lo que salimos a la calle en busca de algún pariente solitario que nos embote, y nos obligue a sonreír aunque se nos rompa en corazón por dentro. Porque cuanto menos confianza tengas con los comensales y más te ocupes de la mesa, mejor. Se evitan tantos roces.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Emule




Me han enviado este correo. No sé si será cierto, pero si lo fuese, es para morirse.

La ley en España... :

A VER SI HAY ALGÚN EXPERTO CONOCEDOR DE LA LEY QUE PUEDA ACLARAR ESTOS DATOS.

1. SUPUESTO

a) PEPE se descarga una canción de Internet.

b) PEPE decide que prefiere el disco original y va a El Corte Inglés a hurtarlo. Una vez allí, y para no dar dos viajes, opta por llevarse toda una discografía. La suma de lo hurtado no supera los 400 euros.

ACLARACIÓN: La descarga de la canción sería un delito con pena de 6 meses a dos años. El hurto de la discografía en El Corte Inglés ni siquiera sería un delito, sino una simple falta (art. 623.1 del Código Penal).

2. SUPUESTO

a) CARMEN se descarga una canción de Internet.

b) CARMEN va a hurtar a El Corte Inglés y, como se la va la mano, se lleva cincuenta compactos, por valor global de 1.000 euros.

ACLARACIÓN: Seguiría siendo más grave la descarga de Internet. El hurto sería un delito, porque supera los 400 euros, pero sería de menor pena que la descarga (art. 234 del Código Penal).

3. SUPUESTO

a) JOAQUÍN , en el pleno uso de sus facultades mentales, se descarga una canción de Malena Gracia.

b) JOAQUIN en un descuido de Malena Gracia, se lleva su coche y lo devuelve 40 horas después.

ACLARACIÓN: Sería mas grave la descarga. El hurto de uso de vehículo tiene menos pena, a tenor del articulo 244.1 del Código Penal.

4. SUPUESTO

a) Ocho personas se intercambian copias de su música favorita.

b) Ocho personas participan en una riña tumultuosa utilizando medios o instrumentos que pueden poner en peligro sus vidas o su integridad física.

ACLARACIÓN: Es menos grave participar en una pelea que participar en el intercambio de compactos. Participar en una riña tumultuosa tiene una pena de tres meses a un año (art. 154 del Código Penal)y el intercambio tendría una pena de 6 meses a 2 años (art. 270 del Código Penal). Si algún día te ves obligado a elegir entre participar en un intercambio de copias de CDs o participar en una pelea masiva, escoge siempre la segunda opción, que es obviamente menos reprobable.

5. SUPUESTO

a) JUAN copia la última película de su director favorito de un DVD que le presta su secretaria Susana.

b) JUAN,aprovechando su superioridad jerárquica en el trabajo, acosa sexualmente a su secretaria Susana.

ACLARACIÓN: El acoso sexual tendría menos pena según el artículo 184.2 del Código Penal.

6. SUPUESTO

a) MÓNICA Y CRISTINA van a un colegio y distribuyen entre los alumnos de preescolar copias de películas educativas de dibujos animados protegidas por copyright y sin autorización de los autores.

b) MÓNICA Y CRISTINA van a un colegio y distribuyen entre los alumnos de preescolar películas pornográficas protagonizadas y creadas por la pareja.

ACLARACIÓN: La acción menos grave es la de distribuir material pornográfico a menores según el articulo 186 del Código Penal. La distribución de copias de material con copyright sería un delito al existir un lucro consistente en el ahorro conseguido por eludir el pago de los originales cuyas copias han sido objeto de distribución.

7. SUPUESTO

a) NACHO, que es un bromista, le copia a su amigo el último disco de Andy y Lucas, diciéndole que es el 'Kill'em All' de Metallica.

b) NACHO, que es un bromista, deja una jeringuilla infectada de SIDA en un parque público.

ACLARACIÓN: La segunda broma sería menos grave, a tenor del artículo 630 del Código Penal

8. SUPUESTO

a) ANTONIO fotocopia una página de un libro.

b) ANTONIO le da un par de puñetazos a su amigo por recomendarle ir a ver la película 'La Jungla 4.0'.

ACLARACIÓN: La acción más grave desde un punto de vista penal sería la 'a', puesto que la reproducción, incluso parcial, seria un delito con pena de 6 meses a dos años de prisión y multa de 12 a 24 meses. Los puñetazos, si no precisaron una asistencia médica o quirúrgica, serían tan solo una falta en virtud de lo dispuesto en el artículo 617 en relación con el 147 del Código Penal.

Hala, ya sabéis: pegad, violad, acosad, robad, pero no uséis el "emule ese".

¡A ver si le damos a esto un paseo por toda la red y, por vergüenza o decencia, algún legislador pone algún remedio... aunque lo dudo!

viernes, 11 de diciembre de 2009

“LA GRIPE A”O "AH, YO QUÉ SÉ"





El jueves Paula se sentía fatal. Metete en la cama y suda, le dije. Ella me hizo caso y se curó pero tan solo un ratito, lo suficiente para creerse que podría ir a trabajar al día siguiente. Por la tarde le subió la fiebre y se fue al médico.
-Tiene usted gripe -le dijo.
-¿Pero gripe A?
-Ah, yo que sé.
Eso fue lo que el medico le contestó. Luego le recetó un antibiótico para la garganta y un analgésico para los dolores, y la mandó para casa a seguir sudando.
Ahora anda descolocada
-No sé qué pensar –me confiesa.
Y yo que no estoy para contagios, le animo a que se meta en la cama y sude sola.
-Pero si hace tan solo unos días a los A los ponían en cuarentena -insiste-. Si aislaron a una promoción entera de estudiantes llegados de Méjico. Si hasta Obama ha solicitado al Congreso que apruebe un crédito para sufragar los gastos de la temida gripe A.
-Habrá mutado- le digo para animarla. Pero ella no se anima, se despista más todavía. Trato de entretenerla, de contarle mil cosas, pero insiste.
-Ni siquiera los Reyes Magos pueden este año besar a los niños para no contagiarles, y a mí no me hacen ni caso. ¿Es grave?, ¿no es grave? ¿Me curaré sola? ¿Contagiaré a todo el vecindario?
Trato de enterarme de lo que está pasando. Me cuentan que es más caro hacer la prueba para saber si es o no gripe A, que curarla. Así que si se cura en tres días es A, y si en seis, es la de toda la vida.
Y es que ha vuelto a pasar lo de siempre, que después de dejarte con la camisa que no te llega al cuerpo, pegan un giro de ciento ochenta grados y no te dan explicaciones.
Como me canso de repetir, los periódicos nos llenan de noticias espeluznantes que desaparecen como por arte de magia. Y yo, como siempre, puestos a tragar, trago por quedarme sin saber si el somalí era niño o varón, si el “Estatut” lo va a discutir nuestro Tribunal Constitucional, el cual parece que ni está ni se le espera, o el de los catalanes. Cosas que soporto con sumisión ciudadana. Pero, mira tú por dónde, por la gripe A no trago. Con la cantidad de Tamiflu que han traído, que tienen guardado para según qué casos Con la dichosa vacuna con la que iban a vacunar a media población, que ya no sabían a quién ponérsela. Y ahora te contestan tan campantes: “Ah, yo que sé”.
Paula me pregunta en qué momento le dirían a los médicos:
-Mira, vosotros pasad de todo, que se nos ha ido de las manos.
-Sí, tuvo que existir ese momento- le digo-. Pero no trates de escenificarlo. ¿Para qué? Te vas a hacer mala sangre
-Es que no es de recibo- dice, y luego tose.
-Tú suda, mujer. Suda mucho y no te muevas de casa.
- ¿Qué te parece si me coloco una mascarilla para no contagiar?
-Ah, yo qué sé.

sábado, 5 de diciembre de 2009

CARTA A LOS REYES MAGOS



Este año les he pedido a los Reyes Magos un corazón. Un corazón nuevo, con ritmo, con sentido de la armonía. No uno de esos roqueros descontrolados, sino algo con clase. Lo que de verdad quería era un corazón lo que se dice, afinado. Lo cierto es que procuré escribir la carta a escondidas, no quería dejar rastro en el correo para que mi antiguo corazón no se sintiera maltratado. No había ninguna necesidad de herir sus sentimientos. No se lo merece, es cierto. Creo que él actúa así porque está en su naturaleza. Pero yo no tengo la culpa, no puedo vivir con él y punto. Lo cierto es que me debí dejar el correo abierto, o se abrió solo, qué sé yo. Porque estas cosas de Internet tienen eso, parece a veces que hay brujas. El caso es que la debió leer en algún descuido. Lo leyó todo; que si lo quería sustituir por otro, que si ya no me funcionaba en condiciones, que si se prolongaba nuestra indivisibilidad se deteriorarían muchas otras funciones en mi vida, que cuanto más esperará en tomar la decisión, peor sería para mis arterias, su estructura. En fin, les explicaba todo eso. Y también les hablaba de que los años pasan inexorablemente y la convivencia se resiente sin solución. A ver qué voy a hacer yo con las arterias coronarias ampliadas y sin fuerzas, no ya para hacer senderismo, que hace mucho que no hago, sino para dar una vuelta por el parque sin cansarme. Todo eso les explicaba a los Reyes Magos para que comprendieran mi necesidad. Y él, me refiero a mi corazón, lo debería haber sabido desde siempre. Pero no, me esperaba sentado en el sillón de orejas, con un vaso de güisqui en la mano, y haciendo ruido con los cubitos. Me quería intimidar, lo noté nada más verlo. Tan estirado, tan suficiente. Algo no andaba bien, y pensé en la carta de los Reyes. Hasta llegué a pensar si se habrían puesto en contacto con él y le habrían avisado. Pero luego me di cuenta de que lo más lógico es que no hubiera cerrado bien el correo. Decidí no darme por aludida y cogí un periódico atrasado que había encima de la mesa. Hice un Sudoku. Él no dejaba de mirarme fijamente a los ojos. No es que lo viera es que lo notaba. Era como si un puñal me sajara de lado a lado, pero continué sin hacer ningún gesto sospechoso, ni siquiera dejé traslucir mi miedo a sus reacciones. Me preguntó al fin con voz agria qué tal me había ido en el trabajo. Contesté con monosílabos, bien, mal, no me acuerdo, pero seguí como enfrascada en el Sudoku. Se levantó de pronto y dio una vuelta por la habitación. Se acercó a la librería y tocó algunos lomos. Luego descorrió las cortinas y se paró frente a la ventana. Tosió, carraspeó, y se giró en redondo. Afrontó el tema sin más rodeos.
-De modo que lo que tú quieres es otro corazón ¿no es así?
Pensé hacerme la loca, decirle que no sabía a qué se estaba refiriendo. Pero ya era demasiado tarde para eso. Me di cuenta de que no tendría ningún sentido, que lo sabía, y que había llegado la hora de afrontar el asunto sin tapujos.
-Pues sí. Ya no puedo más -le dije.
Bebió un sorbo de su vaso y volvió a mover los cubitos. Cerró la cortina y me pidió explicaciones.
-Tengo derecho a saber en qué te he fallado.
Lo miré, estaba frente a mí, el muy cínico, preguntando en qué me había fallado. Cómo si le hubiera cogido por sorpresa, cómo si yo le hubiera asestado una puñalada trapera. Recordé entonces que mi hermana Paula, psicóloga, me había contado que la gente nunca escucha lo que no quiere escuchar, que cuando no quieren saber algo, cierran los oídos a cal y canto y dejan pasar las palabras, como si le cedieran la vez en la caja del supermercado, como si un viento helado los sorprendiera y quisieran evitarlo a base de cerrar las ventanas, de no percibirlo. Me explicó también el motivo de que los psicoanalistas jamás te hablen, que dejen que seas tú misma la que te des cuenta al hablar y hablar, que hay algo que no funciona, que llegues a conclusiones tú solito, porque es la única forma en la que se dan cuenta.”Darse cuenta”, es el secreto, me había dicho ella cuando no conseguía que Pablito se lavara los dientes.
-Un día se los lavará, porque él solo, sin que nadie se lo diga, lo habrá interiorizado. Tendrá la necesidad de verse limpio. Será porque le gusta una chica o porque se han reído de él en el colegio, cualquier nimiedad lo despertará, “se dará cuenta” y ya nadie podrá hacerle desistir de su acto, de lavarse los dientes. Lo mismo pasa con el tabaco, la gordura o los adicciones. “Darse cuenta” por sí mismo, es la clave para evitar que siga haciéndolo.
Todo ese asunto de la sordera me dejó un regustillo amargo pero no llegué a creérmelo del todo hasta que no vi a mi corazón buscando las botas de pre esquí para marcharse de casa ofendidísimo. Ese corazón que me pedía explicaciones cargado de argumentos, todavía no era capaz de entender lo que me estaba pasando.
Puedes hablar hasta hacerte daño, puedes decirle a alguien que algo te molesta, que no lo soportas, pero si no quiere escucharlo, no lo escuchará. Tan solo lo hará el día que decidas marcharte, o pedirle que se marche él, o escribir a los Reyes Magos pidiéndoles que lo sustituyan, pidiendo otro corazón más rítmico, más trabajador, más sensible.
-¿Podrías haber avisado de que no te gustaba mi forma de latir? –me dijo el muy desvergonzado. Y lo más extraño es que parecía decirlo de verdad, como si lo sintiera, como si no se estuviera riendo de mí.
- Tenía derecho a saberlo- insistió.
Cerré el periódico y le expliqué que se me había secado la boca de pedírselo, que eran tantas las veces que se lo había reclamado, que ya salían las palabras de mi boca sin modulación, como si tuviera encendido el piloto automático.
-No es cierto –gritó- Jamás me dijiste que para ti el ritmo era tan importante.
-En fin -le dije-, no importa. Y creo que es mejor que hasta que encuentres otro cuerpo, continuemos viviendo juntos sin molestemos demasiado.
Arrojó el vaso contra la estantería y salió de la habitación. Todavía caían gotitas por entre los lomos de los libros cuando escuché su ruidoso ir y venir. Arrastró una pequeña maleta, era una maleta de ruedas en la que solo cabría algo de ropa interior y alguna camisa. Supuse que se iba a marchar provisionalmente para convencerme de que no iba a ser capaz de soportar su ausencia. Que reconsideraría mi decisión antes de que el saliera por la puerta. Qué sé yo lo que él esperaba con tanto ruido y tanto arrastre de bultos. Lo escuchaba abrir y cerrar cajones con brusquedad. Y fue entonces cuando lo vi recoger las botas de pre esquí. ¿De pre esquí? Y todo porque para cogerlas tenía que hurgar en el armario de la entrada, y yo no tendría más remedio que verle. También recogió sus palos de golf. Pero permanecí hojeando el periódico sin darme por aludida. Luego escuché el portazo de la entrada y cerré los ojos. Necesitaba digerir su marcha. Para mí tampoco resultaba fácil soportar su ausencia. Era irregular y agresivo, es cierto. Era despreciativo y prepotente, claro. Pero también habíamos vivido juntos muchos años. Recordé la primera vez que se desmadró, la primera arritmia, los primeros desacordes de nuestra convivencia. Cómo lloré en aquella ocasión, cómo paseaba por las clínicas como un zombi buscando ayuda, cómo los médicos intentaban calmarlo con miles de fármacos para que volviera a latir en condiciones. Y lo lograban, pero solo por un tiempo. Luego volvía a las andadas.
Al principio sus ataques de descontrol eran esporádicos.
-¿No será que está usted muy nerviosa? -me decía el médico.
- Pues a lo mejor sí. ¿Qué quiere que le diga?, quizás soy yo la culpable de todo, quizás me lo merezca.
Pero cada vez sus desplantes se fueron haciendo más frecuentes. Me dejaba descentrada y muerta de miedo, porque cuando regresaba, parecía que se me iba a salir del pecho y que me dejaría definitivamente. Que me iba a morir de tanto cabalgar sin control.
Ahora se ha marchado y yo ando sin corazón, sin sentimientos, sin amargura. Veo la vida de una forma muy mental. No es que me guste pero me tranquiliza. Ahora domino los Sudokus, incluso estoy aprendiendo a jugar al ajedrez. Son juegos que necesitan mucho cerebro y muy poco corazón.
Espero a los Reyes Magos con alegría. Confío en que mi nuevo corazón sea comprensivo, rítmico, respetuoso. Un corazón que me toque por las noches Take Five, al estilo de Paúl Desmon, que me que arrulle por las mañanas al despertarme, que me quite los rencores y los malos recuerdos, que me haga reír. Y sobre todo, que me escuche cuando hablo. Sueño con ese nuevo corazón que he pedido a los Reyes.
He sido buena, les he dicho en la carta, y no tendría sentido que me fuerais a traer algo deteriorado, arrítmico, descompensado. Porque para eso, para que me traigáis algo rancio, casi prefiero que me dejéis sin corazón. Se ven las cosas fríamente, pero eso, puestos a elegir, tampoco es malo.