Se me atasca la lavadora en el programa corto. No es que sea
la primera vez que me ocurre, es que como vengo a la playa solo en vacaciones,
pues se me olvida de un año para otro. Me enfado y llamo a Asistencia Técnica.
-Oiga, que la lavadora entra en bucle cuando faltan tres
minutos para terminar y ahí se queda venga a dar vueltas sin parar.
-Ya – me responde una voz anodina.
Pero a mí me gusta dejar las cosas claras y me enrollo.
- Y aunque trato de
hacerle el lío poniendo el centrifugado intermedio, no traga. Algunas veces logro engañarla y después de un buen
rato, coge carrerilla, se pone a centrifugar a lo loco hasta que se detiene
sola. Es la única forma que tengo de domarla.
-Paso el parte.
-También me roba calcetines y ropa interior.
- Esta tarde irá el técnico.
Nada más aparecer por la puerta lo reconozco de otros años. Se camufla con diferentes atuendos
militares pero a mí no me la da. Está vez lleva bermudas para disimular pero se
le nota que su verdadera ilusión no es arreglar lavadoras sino haber sido boina verde o legionario. También lleva
chaleco pero esta vez lleno de bolis que restan credibilidad a sus métodos. No
puedo evitar recordar aquellos casset que se rebobinaban con el bic cristal, y
barrunto que pretende rebobinar mi lavadora de la misma forma.
En cuanto lo veo entrar en mi cocina con su coleta al viento
y su barba un poco evasé, recuerdo su retaíla
del año pasado y un escalofrío recorre mi espalda.
-Señora, es que no debe usted lavar con el programa corto.
Mira que se lo tengo dicho a los
clientes.
-¿Para qué pone el fabricante ese programa entonces?
Me contesta con otra pregunta.
-¿Pero usted cree que en 15 minutos se puede lavar algo?
-Pues, hombre. Quitar olor a tabaco, sudorcillo mañanero. Qué
sé yo.
Me voy encolerizando y cuanto más me encolerizo más suda él.
El calor atraviesa su coleta, baja por los pantalones bermudas, atraviesa su
peluda pierna derecha y gotea el
lavavajillas. No es que haya subido la pierna encima, es que ha formado con su
postura un pino puente que dirige el fluir del sudor por vericuetos extraños
hasta acabar encima de mi lavadora.
-Vera, créame, el único programa que funciona en esta
lavadora es el de algodón en frio. Una hora quince minutos no se los quita nadie.
De los demás programas puede ir olvidándose.
-Y tengo que dejar la lavadora encendida tanto tiempo por
nada.
- Es…, cómo le diría yo: lo que hay.
-¿Entonces si quiero lavar en caliente, si tengo hilo,
algodón, ropa de deporte, esterilizado para ropa de bebe?
-No le dé más vueltas. La lavadora es inteligente. Pero no
solo de coeficiente intelectual alto, sino también emocional. Siente, tiene
empatía. ¿Me comprende? –susurra, y luego la acaricia.
-Explíquese.
-Si la ropa se queda adherida como consecuencia de los giros,
pongo por caso, ella piensa que no hay ropa y se aturrulla. Es una cuestión de desequilibrio. En ese
instante es cuando pierde el ritmo y hay que volver a engañarla para que
reaccione.
-¿Como un político?
-No me meta en líos que esto va de lavadoras.
-¿No le gusta a usted la política, verdad?
-Bastante poco –contesta atusándose la coleta.
-Hagamos un símil – le
propongo mientras observo cómo se va llenando de agua el tambor
-Pues hagámoslo –contesta y se pasa la mano por el cuello y
la cara para quitarse el sofoco de pensar.
- Si ella ve que hay poca carga se detiene, porque se da
cuenta que necesita engañar ¿no es así?
-Así es, sí señora
-Y lo hace con el aclarado y centrifugado intermedio.
-Pero… No le dé más vueltas, ella quiere lo mejor para el
lavado y en cuanto pierde la ropa o cree que la ha perdido, se detiene y piensa
en un nuevo sistema para engañar.
-Esto es una vergüenza- le digo.
-No, señora, es que es muy inteligente, primero pesa la ropa
introducida, para hacerse una idea de qué va el lavado, luego, me refiero a
cuando ya han pasado unos minutos, decide si empieza o no, dependiendo de la cantidad de ropa y del peso
especifico de esta. Comienza el engaño, unas veces es antes y otras después del
centrifugado. Y si se ve muy atosigada pues
no lava, o lava poco. Se detiene cuando alguien descubre sus tejemanejes. Es
inesperada.
-¿Nunca sabe una de antemano lo que va a decidir? -le
pregunto al sudoroso.
- Pues no. Ella necesita sus tiempos y sus modos.
-Me da que sabe usted
más de lo que dice.
-Chissss. A mí no me comprometa que ahora las lavadoras llevan webcam incorporada y lo ven
todo.
-Solo contésteme
a una última duda ¿De dónde coge al agua para el lavado?
-De donde le pilla más cerca. En eso no tiene escrúpulos
-¿Qué?
-Perdón, se me ha escapado. Hablábamos de lavadoras ¿no es
así? ¿Pues de dónde las va a sacar?, de la comunidad.
Coge el agua de donde no debe, decide cuándo funciona o cuándo
no, no cumple con las expectativas del libro de instrucciones. La compré creyendo
que iba a encontrar un programa y me sale con otro. Luego pone la excusa de que
la ropa se había concentrado en una esquina y había menos de lo que pensaba, que
por eso se desequilibró e hizo lo que le
apetecía.
-Ya le digo.
- Ni siquiera se responsabiliza de lo que promete el fabricante.
No da explicaciones de nada y a nadie. ¿Usted cree que dada su falta de
garantía la puedo devolver?
Al hombre le da la risa mientras saca un bic cristal de su chaleco y me extiende el justificante de su visita.
Dice que lo firme y que ya veremos lo que pasa cuando vaya a comprar otra.
Antes de marcharse me dice en un susurro.
-Y sobre todo, no se le ocurra poner el programa de aclarado:
se bloquea y luego sale en la webcam su cara
de frente y de perfil.