domingo, 23 de julio de 2017

MOSCAS SUPERSÓNICAS

imagen: Magnus Muhr



En una carretera de dos carriles, amplios túneles y pocos semáforos, han colocado una limitación de velocidad de 50 km/h. La verdad es que cuando transitas por ella te adelantan hasta las moscas, pero yo soy muy cuidadosa y no me gusta que me quiten dinero, carnet, ni puntos. Los demás no hacen ni caso y me pitan cuando me adelantan, con una mala cara que da no sé qué, aunque no les hago caso, yo a cumplir. Me estoy dedicando al Mindfullness, que debe ser algo así como relax cuerpo y alma, atento, ojo al dato, algo así, lo que sea para no perder los nervios. Dicen que han puesto coches en movimientos para pillarte cuando menos te lo esperas. Una forma fantástica de rellenar las arcas públicas, tan deterioradas ellas. Comprendo que, si se han gastado entre pitos y flautas, sesenta mil millones de euros rescatando Cajas, y a los rescatados se les hace cuesta arriba devolver, pues tendrán que sacar el dinero de algún sitio, digo yo. Me permitiría aconsejarles que bajaran el límite un poco más, unos 12,5 km/h porque al no ser número entero, cuesta más el mantenimiento constante y permanente durante mucho tiempo, el pie se atasca, la rodilla se llena de calambres y el conductor sucumbe para regocijo de los de tráfico. Es ese el momento justo en que aparece el coche móvil disfrazado de caravana multifamiliar para quitarte el carnet, los puntos y la cartera. No han pensado demasiado, porque si lo rebajan en autopista, se acaba la crisis y crecemos hasta setenta veces siete, que es un número muy bíblico. También podrían montar un estacionamiento vigilado en la arena de la playa de Benidorm, pongo por caso. Con una hora máxima de estacionamiento de sombrilla. Eso supondría un gran trasiego y una recaudación sustanciosa.
Todavía no conozco a ningún partido de izquierdas, de derechas, autonómico, animalista o verde, que se lleve las manos a la cabeza con estas medidas tan confiscatorias.
Y a mí, mientras tanto, venga a adelantarme las moscas y pitarme los coches.
 Allá ellos. Ya verán, ya.


¿Por qué me vigilan, si no soy nadie? | Marta Peirano | TEDxMadrid

sábado, 15 de julio de 2017

El corrector de textos: su importancia y cómo contratar a un corrector

EL MULTICULTURALISMO

                                                         




Las redes sociales se han convertido en una forma mucho más veraz de conocer el mundo que te rodea que la tele, los periódicos y los libros. Normalmente conocemos, y poco, a nuestra familia, nuestros vecinos, amigos y compañeros. Si nos gusta leer se amplía un poco más el panorama.  Eso, ya por sí solo, nos trae numerosas sorpresas, pero en cuanto te metes en la red, se abre un mundo insólito, espeluznante, monstruoso, ambiguo... Y eso que solo me muevo en Facebook, porque con twitter me lío por lo del límite de palabras y ya no digamos con Instagram, que para mí es el misterio de la casa deshabitada. Sin embargo, no importa, con Facebook me sobra. Por lo que observo hay gente tan enganchada que no puede pasar ni un minuto sin ver la repercusión que ha tenido su prescindible cometario en los amigos o seguidores. Sobre todo, le pasa a los famosos. Si Trump escribiese algo en twitter y nadie le hiciese el más mínimo caso, sería un caos, un desplante, un desdoro internacional, y acabaría teniendo que poner fronteras allende el mar.

Ya no es que estemos enganchados a las redes, sino que queremos saber a tiempo real lo que piensa de nosotros el resto de la humanidad. Un desparrame. Como ya digo que lo mío es Facebook por eso de buscar amigos del año de Maricastaña, enterarme de nuevas recetas, y meditar palabras sabias de algún iluminado al que sigo con fervor, pues lo que tengo a mi alcance, es una mínima parte de lo que podría llegar a tener. Me entero de si en mi barrio han limpiado este verano, si se han caído más árboles, si hay señoras que cuidan enfermos por la mañana, si ensucian los perros. Oye, un estar al día. Sin embargo, para lo que me están sirviendo muchísimo los comentarios es para crear personajes en mis novelas. La extraña idiosincrasia de los demás la intuía cuando iba a la compra, me daban con la puerta en las narices vecinos encantadores o me ponían a parir los conductores de bicis por no dejarlos pasar. Lugares todos ellos de poco margen para un estudio concienzudo. Ahora conozco con todo lujo de detalles, cuánto quería la de la droguería a su madre, y por qué el hijo del de la panadera se ha marchado a trabajar a Matalascañas. Facebook me acerca, me da intimidad con personas de las que no sabría nada al tropezármelas en el semáforo. Es otra cosa, ahí sí te enteras de lo más profundo de los otros, lo que les mueve, lo que les motiva, lo que les enfada. En fin, que estoy creando un esquema tipo leyes de Mendel con guisantes, (para el que no sepa quién es Mendel, es mejor que se abstenga de seguir leyendo porque no se lo pienso explicar) Pues como iba diciendo, pretendo encuadrar a las personas por comentarios en la red. Esta mañana he detectado un “amarillo rugoso” clarísimo cuando un chico ha contado que una señora estaba en el parque comiendo pipas y echándolas al suelo y le ha regañado. A partir de ahí ha habido comentarios para todos los gustos. La contestación primera ha sido que es mejor tirar pieles de pipas, que al fin y al cabo son biodegradables, que plásticos. He imaginado a la señora aportando su granito de arena para la salvación del planeta, y me he quedado pensativa. ¿De verdad hay gente que cree eso? Pues no solo lo creen, sino que se ha liado. Han salido los defensores del cambio climático, los de los plásticos, los de los rumanos y los de los peces de colores, también los defensores de la basura desparramada por los suelos para mayor gloria de nuestra galaxia y de la tierra que nos sostiene. Cuando ya había leído veinte comentarios, he hecho un esquema de personajes: omniscientes, tontos, agresivos, incultos e incisivos, luego he cerrado el ordenador. Ya tengo mi multiculturalismo por hoy. Mañana más.

martes, 11 de julio de 2017

A TODO SE ACOSTUMBRA UNO



                                              



Leer la prensa o ver programas de televisión de denuncia, da un poco de miedo. Se le queda a uno la sensación de que vivimos en un país sin ley. Mientras nuestros políticos se dedican a pensar, y pensar, y pensar qué van a hacer con el referéndum catalán, nos encontramos con que los okupas entran como Pedro por su casa en las urbanizaciones de Marbella, Cádiz y Huelva. Los propietarios tardan una media de tres años en echarlos. Y lo malo no es que entren y se queden tan panchos conectados a tu energía, tu agua y tu wifi, sino que no entran solos, sino con perros, caballos, loros… No es raro que esto suceda porque en Ibiza se ha puesto de moda alquilar camas plegables en una vivienda hasta por setecientos euros. Los médicos, los empleados o los que necesitan contratar para dar servicio a la isla, no pueden dormir allí porque sus sueldos no se lo permiten. Y lo peor es que este desmadre se está ampliando a toda la costa. No hay ningún organismo capaz de zanjar el asunto. 
Los hospitales cierran plantas porque han llegado las vacaciones, y como las ciudades costeras duplican su población al doble o más, los enfermos tienen que pasar días en sillones hasta que quede una cama libre.
 El otro día fui a visitar a un familiar a una plata en la que la mayoría han sufrido ictus cerebrales, la acompañante se quejaba de que se estaba escociendo porque no iban a limpiarla. Solo de imaginarlo me puse muy nerviosa y salí a ver lo que ocurría. “Señora, escocidos están todos. Somos dos para atender a toda la planta”. 
A un amigo que se quedó atrapado en un atasco, se encontró con que le abrieron la puerta del coche y le pegaron un puñetazo. Así, sin mediar palabra. Cuando fue a poner la denuncia, le aconsejaron que no la pusiera porque el agresor iba a salir libre enseguida, y como ya era conocido, lo mismo lo perseguía hasta los confines de la tierra con tenacidad de elefante enfadado.
No hay suficientes jueces para aplicar la ley, no hay voluntad para endurecerlas y evitar los desmanes, no hay suficientes funcionarios que eviten los alquileres ilegales, no hay políticos que luchen contra la desidia de los bancos en las casas embargadas. Las leyes están anticuadas o no resuelven en poco tiempo, es garantista hasta la saciedad, y empieza a ser más rentable aprovechar los huecos de la ley que intentar denunciar. Es mejor okupar que alquilar, por lo menos te sale mejor el veraneo, oye, y si  caes enfermo y no hay personal suficiente para que te atiendan, amenazas al sanitario de turno y seguro que se espabila y te cuela. Total, no te van a denunciar por si luego te da por perseguirle.
Parece que todo funciona a las mil maravillas y que a ti no te va a pasar nada. Pero si no te apuntas al vandalismo es mejor rezar a Santa Rita aunque no seas creyente.
Estamos muy preocupados viendo cómo los políticos se pelean para conseguir votos, para sacar adelante un referéndum que no hay por dónde cogerlo, y no se preocupan de encarcelar a nadie, ni de pedir cuentas a los encargados de que la ley se cumpla. Porque mientras piensan en cómo hacerlo, el país se va a pique.
Sí, pero todavía no estamos como en Venezuela, dirá alguien. Tenemos papel higiénico.
Creo que, o se exigen responsabilidades o esto se desploma.
Mi peluquero dice que él conoce a un sicario. ¿De verdad eso va a ser lo único que al final nos quede?

Lo peor es que nos estamos acostumbrando. A todo se acostumbra uno.