sábado, 15 de julio de 2017

EL MULTICULTURALISMO

                                                         




Las redes sociales se han convertido en una forma mucho más veraz de conocer el mundo que te rodea que la tele, los periódicos y los libros. Normalmente conocemos, y poco, a nuestra familia, nuestros vecinos, amigos y compañeros. Si nos gusta leer se amplía un poco más el panorama.  Eso, ya por sí solo, nos trae numerosas sorpresas, pero en cuanto te metes en la red, se abre un mundo insólito, espeluznante, monstruoso, ambiguo... Y eso que solo me muevo en Facebook, porque con twitter me lío por lo del límite de palabras y ya no digamos con Instagram, que para mí es el misterio de la casa deshabitada. Sin embargo, no importa, con Facebook me sobra. Por lo que observo hay gente tan enganchada que no puede pasar ni un minuto sin ver la repercusión que ha tenido su prescindible cometario en los amigos o seguidores. Sobre todo, le pasa a los famosos. Si Trump escribiese algo en twitter y nadie le hiciese el más mínimo caso, sería un caos, un desplante, un desdoro internacional, y acabaría teniendo que poner fronteras allende el mar.

Ya no es que estemos enganchados a las redes, sino que queremos saber a tiempo real lo que piensa de nosotros el resto de la humanidad. Un desparrame. Como ya digo que lo mío es Facebook por eso de buscar amigos del año de Maricastaña, enterarme de nuevas recetas, y meditar palabras sabias de algún iluminado al que sigo con fervor, pues lo que tengo a mi alcance, es una mínima parte de lo que podría llegar a tener. Me entero de si en mi barrio han limpiado este verano, si se han caído más árboles, si hay señoras que cuidan enfermos por la mañana, si ensucian los perros. Oye, un estar al día. Sin embargo, para lo que me están sirviendo muchísimo los comentarios es para crear personajes en mis novelas. La extraña idiosincrasia de los demás la intuía cuando iba a la compra, me daban con la puerta en las narices vecinos encantadores o me ponían a parir los conductores de bicis por no dejarlos pasar. Lugares todos ellos de poco margen para un estudio concienzudo. Ahora conozco con todo lujo de detalles, cuánto quería la de la droguería a su madre, y por qué el hijo del de la panadera se ha marchado a trabajar a Matalascañas. Facebook me acerca, me da intimidad con personas de las que no sabría nada al tropezármelas en el semáforo. Es otra cosa, ahí sí te enteras de lo más profundo de los otros, lo que les mueve, lo que les motiva, lo que les enfada. En fin, que estoy creando un esquema tipo leyes de Mendel con guisantes, (para el que no sepa quién es Mendel, es mejor que se abstenga de seguir leyendo porque no se lo pienso explicar) Pues como iba diciendo, pretendo encuadrar a las personas por comentarios en la red. Esta mañana he detectado un “amarillo rugoso” clarísimo cuando un chico ha contado que una señora estaba en el parque comiendo pipas y echándolas al suelo y le ha regañado. A partir de ahí ha habido comentarios para todos los gustos. La contestación primera ha sido que es mejor tirar pieles de pipas, que al fin y al cabo son biodegradables, que plásticos. He imaginado a la señora aportando su granito de arena para la salvación del planeta, y me he quedado pensativa. ¿De verdad hay gente que cree eso? Pues no solo lo creen, sino que se ha liado. Han salido los defensores del cambio climático, los de los plásticos, los de los rumanos y los de los peces de colores, también los defensores de la basura desparramada por los suelos para mayor gloria de nuestra galaxia y de la tierra que nos sostiene. Cuando ya había leído veinte comentarios, he hecho un esquema de personajes: omniscientes, tontos, agresivos, incultos e incisivos, luego he cerrado el ordenador. Ya tengo mi multiculturalismo por hoy. Mañana más.

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